domingo, 24 de febrero de 2013

Con carmín rojo venganza



Me fugo, me voy de casa, no aguanto más. ¿Y qué si me acusan de abandono del hogar? ¿Y qué si tendrá una escusa para ser la víctima de todo este circo? ¿Y qué si tenía que llevar al perro a que le cortaran su melena de chigua-gua?

Cuando prometí amarle en la salud y la enfermedad, en la pobreza y la riqueza, en lo próspero y en lo adverso, ni mi peor pensamiento, de mujer con mente retorcida que soy, imaginaba este sopor, esta agonía, esta pasividad de mujer florero. De esas a las que hay que regar una vez por semana, debe estar lejos del sol y en poco contacto con seres de su especie.

Una profesión que yo no me asigné, muy lejos de aquella que quiero ser, pero que venía impuesta por su cargo de joven e influyente ejecutivo, hijo de la alta burguesía del siglo XX, heredero de una fortuna inmensurable y de la estupidez vanidosa de su santo padre.

Cuando le conocí tenía clara la atracción incontrolable que ejercía sobre mí. Como una escena de película: Una elegante fiesta de las que salen en las revistas de alto standing, rodeado de bellas e insustanciales mujeres iba vestido a medida y de la marca del momento. En su pelo oscuro comenzaban a destacar tonos grisáceos, que no hacían más que aumentar su atractivo. Y él lo sabía, me lo decía su sonrisa triunfante.

Yo paseaba observando a cada asistente. Todos únicos, todos en el mismo saco. De repente noté su mirada posada en mí, sabía que era la suya por lo que me hice la interesante y girando la cabeza a cámara lenta le miré. Sus ojos curiosos me saludaron. Analizaban la belleza glaciar que mi tierra me dio, sobra negarlo.

Al rato se acercó, disimulando su interés, como un felino que examina su presa. Yo ardía por dentro, por una mezcla de repulsión hacía su carácter y un deseo odioso de besarle.
Ay si aquella noche me hubiera frenado. Sabía que con aquel hombre los buenos momentos serían los extraordinarios. Pero aun así me lancé. Me lancé a un abismo del que ni siquiera en ese momento fui consciente.

Pero hoy me voy, me marcho y no pienso volver a esa decadencia, a esas tardes paseando una copa de vino por los inmensos pasillos de nuestra casa, a esas cenas de gala en las que su soporífera madre era la mejor compañía.

Mi bugatti verde, mi colección de maletas en piel italiana y yo comenzamos un viaje hacia ningún lugar, hacia nuestro rincón, hacia volver a ser las brillantes estrellas de nuestra vida y de la de muchos otros. Suerte que cogí las llaves de su casa preferida y que mis afilados tacones se tropezaron con las ruedas de todos sus coches.


martes, 27 de noviembre de 2012

Pasión por el caos


Más preguntas vienen a mi cabeza, tengo la sensación de que ayer hice un largo examen. Esta vez son acerca de mí, sé que llevo unas horas nerviosa pero no entiendo por qué. Riiiiiing Riiiiing, suena el despertador… ¡Dios mio! ¿Las ocho de la mañana ya? Odio esa manía de mi cerebro de despertarse pocos minutos antes de que el infernal sonido del móvil me de los buenos días.

Mi mente ya empieza a conectar con el mundo exterior. ¿Por qué estaba haciéndome tal interrogatorio? Que susto me he pegado, me sentía dentro de una sala con luz tenue, con dos policías que analizaban mis circunstancias del presente. Maldita mente de mujer, siempre cuestionándoselo todo, incluso inconscientemente. Los matones con uniforme observaban mis reacciones, me sentía como en la típica película americana policíaca…

¡Madre de Dios! ¡Película americana! Ya se porque estoy inquieta, ya entiendo porque tanto interrogatorio a estas horas. Anoche me acosté a una hora muy lejana a aquella en la que los dibujos mandan a la cama a los niños, cuando ya llevan mucho rato los programas de radio con locutores susurrantes contestando a insomnes oyentes. La razón, crear mi primer cuestionario digno, inteligente y original para el director y protagonista de 'Argo': Ben Affleck.

Una se levanta con otro ánimo así, por supuesto. Por estos momentos amo mi profesión. Me siento la Carrie Bradshaw madrileña, salvando las distancias, porque aún me queda mucho para poder comprarme unos ‘Manolo’ con el sueldo que gano, pero ¡qué más da! Hoy Ben estará esperándome (o yo a él pero eso da igual), cosa que no se puede decir todos los días a no ser que seas Jennifer Garner.

Entiendo que me embargue la emoción, pero yo soy más profesional que todo esto. Aún queda un largo día y tengo que ser espléndida en todo momento.
Aunque tardo media hora más de lo normal en arreglarme, sexy pero discreta, llego pronto a la redacción. Y de vuelta a la realidad:

Toca editar estos teletipos de la agencia Efe; corrige aquel artículo que manda tal periodista consagrado; ahora, traduce del italiano este “tocho” de hojas; ¡ah, no! Ahora ya no nos hace falta, gracias; búscanos el teléfono de no sé que señor de la Conchinchina y pregúntale hacia que lado gira el agua del baño en su pueblo…

A media mañana, mi cabeza está tan revuelta como mi pelo y mis ojos se han quedado secos de mirar al ordenador. Llegados a este punto he bajado un poco de la nube y recuerdo que sigo siendo la novata (aunque perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí) y que ningún príncipe hollywoodiense va a venir a rescatarme. Miro mi reflejo en la pantalla y me digo: “a lo mejor no hoy, pero quien sabe”, solamente para insuflarme ánimos, que ya a estas horas están más perdidos que Alicia en Wonderland.

La jefa de redacción me llama, quiere repasar las preguntas que más tarde formularé intentando ocultar mi voz temblorosa. Dice que es para comprobar que todo está en orden, mi cerebro traduce: “para que no la cagues”.

Después de un rato quitando esto y cambiando lo otro parece satisfecha. No salgo tan mal parada como creía y me voy dispuesta a llenarme de energía con una deliciosa comida, tupper de macarrones, y un ratito de marujeo con mis compis.

Y aquí es cuando empieza el caos.

Me suena el teléfono, número desconocido, al cogerlo me habla una voz chapurreando el español, al menos lo intenta, pero pronto cambia al inglés. Es el agente de prensa de Affleck, la entrevista tiene que adelantarse a dentro de una hora o no se puede hacer porque han surgido otros eventos. Si me parece bien, genial, si no, mejor. Me cita en el otro lado de la ciudad, no podía ser menos y con voz agradable, me exige puntualidad. Que diplomáticos son estos tipos.

Vuelo hacia la salida, habrá que dejar el tupper para otro día, también a mis compis y el marujeo. Por estos lares no paran taxis, parece el desierto en pleno centro del país. Corro hacia el único autobús que se digna a venir por aquí. Me bajo en una zona más transitada y busco un taxi, al menos me lo pagará la revista. Me meto en el primero que encuentro libre, un hombre que debe de llevar tanto tiempo pegado a esa silla que parece una extensión del coche. Me mira con cara de póker, pero sonríe cuando le anuncio mi destino.

Me da miedo mirarme pero el retrovisor me llama, sospecha confirmada, estoy echa un horror, pero pronto se me olvida el aspecto que llevo, que importa esto si con las prisas… ¡¡Me he dejado las preguntas encima de la mesa!! Concentración Noelia, en los años de carrera y master te han enseñado a improvisar, además, gracias a que mi generación es la del Homo Videns que describía Sartori en su libro, mi memoria fotográfica está bastante desarrollada y también puedo usar toda tecnología telefónica para que me las chiven.

Pintándome el ojo con una mano y apuntando las preguntas con la otra mientras mi móvil hace equilibrismo en el hombro derecho, llego al espléndido hotel donde he quedado, 10 minutos antes de la hora fijada.

En recepción me indican donde tengo que dirigirme y torpemente llego hasta allí, espero que los que me esperan no escuchen los latidos de mi corazón por encima de mi voz. Tengo que volver a las clases de yoga.

Por supuesto, al final tengo que esperar casi cuarenta minutos más a que aparezca la estrella americana, tiempo que se restará a mi entrevista. Pero da igual, cuando aparece Affleck por la puerta de la cafetería del hotel se me olvidan todos los males anteriores. Al darse cuenta de que soy yo quien le espera me sonríe con unos dientes brillantes, blanco Hollywood, y me pide perdón en castellano con ese acento mexicano suyo, cree que eso funcionar. Acierta. Detrás de él aparece un tipo con cara de búho, que vigilará cada movimiento y palabra que yo pronuncie.

Comienza la entrevista. Una a una voy exponiendo mis preguntas, intento darles un toque de humor y de vez en cuando atino. Es un hombre fácil y agradable aunque percibo que muchas preguntas las responde mecánicamente. De vez en cuando echa un ojo a la grabadora y me mira extrañado, “tal vez no le gusta sentirse tan expuesto” pienso, (ingenua de mí) hasta que en un momento me dice: “¿No necesita una luz roja?”, me acerco lentamente a la grabadora para tardar más tiempo en darme cuenta del fallo. Como no podía ser de otra forma, debido a los nervios di al botón equivocado y en vez de grabar está reproduciendo otro audio, que sin sonido, no hemos escuchado. No sé que hacer, buscaría una maceta ahora mismo para meter la cabeza en la tierra.

No pasa nada… ¿Se puede echar aquí la culpa a los editores? Bueno, intento controlar la situación. He apuntado un par de cosas y me acuerdo de otras tantas. La luz roja, esa de la que siempre me acordaré, ya brilla y el resto de la entrevista pasa entre mi vergüenza y la compasión de Ben. Pero me ha venido bien, esto le causa la sensación de que tiene que hacerme sentir mejor y está muy comprometido con las preguntas que le formulo.

Aunque el Búho con traje no tiene tanta sensibilidad y juzga que el tiempo ya se ha acabado cuando empiezo a estar en mi salsa.

No me da tiempo a penas a sacar un par de fotos para la publicación cuando ya están saludando a otro de mis compañeros de profesión.  Sin embargo, aunque parezca mentira, me voy satisfecha de lo conseguido.

De vuelta al ático donde trabajo, porque aquí no ha acabado el día, me toca transcribir y editar toda la información que he recabado. Más visitas al despacho de mi jefa que me felicita por como estoy definiendo el texto que mañana será publicado. Nunca sabrá el desastre de la grabadora, y a juzgar por su comentario, creo que lo he salvado muy dignamente.

El día laboral ya acaba y me vuelvo a casa en autobús, agotada pero con un aire de orgullo como compañero de viaje. Queda rato para aterrizar en mi destino así que me dispongo a leer a la competencia para ver como les ha ido la jornada a ellos. Me impacta un titular en un día como hoy, Mario Vargas Llosa: “El periodismo también es un arte”. El resumen de lo que dice puede condensarse en esta declaración: "Estoy convencido de que el periodismo es absolutamente fundamental para desarrollar y mantener vivo el espíritu crítico en una sociedad. Nada aplica tanto el espíritu crítico como la información que nos va poniendo, nos va mostrando, nos va enfrentando a esa actualidad transeúnte. No conozco mejor manera de medir el grado de libertad que hay en una sociedad que consultando su prensa. Es el termómetro más inequívoco para saber si existe o no existe libertad".

Este señor siempre me hace reflexionar, no puedo quedar impasible ante estas palabras. Tal vez lo que he hecho hoy no trascienda en la historia, pero es el problema del periodismo, la fugacidad, mañana me leerán pero dentro de una o dos semanas saldrá otra película, pasará algo de nuevo interesante y ‘Argo’, y sobre todo yo, quedaremos olvidados.

Pero me leerán, me quedo con eso, crearé un sentimiento en alguien, ¿acaso no es eso lo que hace el arte? Y formularán una opinión sobre lo preguntado y sobre lo respondido. Tal vez inspire conversaciones e incluso alguien me escriba. Da igual si es para bien o mal, habrá servido de algo.

Recuerdo que esta mañana me he despertado con miles de preguntas, si este mundo de tecleado continuo iba a algún sitio, sobre si era buena en ello, si servía lo que hacía desde mi humilde posición, si iba a trascender. Reconozco que mis respuestas quedaban un poco en vaso medio vacío, pero después de este día y leer mis inquietudes en palabras de Vargas Llosa mi concepción sobre esta profesión cambia y el vaso se va llenando cada vez más.
Las personas tenemos ansia de información, de conocer, somos curiosos por naturaleza, y aunque las circunstancias han cambiado estos últimos años al igual que los escenarios, dejando que el usuario conecte muchas veces con el protagonista de las historias, es el periodista el que debe sacarle jugo a una historia y crear información veraz y diferente de la que el personaje podrá darle a sus fans.

Y así llego a casa, con la mente embrollada pero segura de que esta profesión tan complicada con la que tienes que estar alerta 25 horas al día, es necesaria e insustituible, por mucho personaje apocalíptico que anuncie su fin. Y es que  ni Vargas Llosa, ni Carrie Bradshaw, ni Jesús Hermida, ni Robin Scherbatsky, ni Rosa María Calaf, ni Tintín, ni Jesús Quintero han podido confundirse en su elección. A los hechos me remito.



(relato inspirado en mi la pregunta: ¿Por qué ser periodista? Combinando realidad y ficción)

En un lugar de Internet, de cuyo nombre espero te acuerdes...




Nací en España, porque en algún lugar había que hacerlo, pero no considero que haya ninguna frontera física que defina mi mundo, ni ninguna psicológica que pueda echarme atrás a la hora de luchar por un sueño, que lo consiga o no es otra cosa.

Después de probar  Cambridge y Turín volví a mi país para comenzar a construir mi camino y, aunque es difícil, me gusta por donde estoy pisando.

Ahora me entretengo empapándome de cultura entre crítica gastronómica, ferias de moda vintage, descubriendo nuevos territorios para la pintura y fotografía y desmenuzando el Séptimo arte.

Mi futuro lo sueño en algún lugar del mundo en el que me sienta en casa y dedicándome, sin penuria alguna, al arte de escribir sobre arte.

Con una personalidad un tanto bipolar, tan pronto lloro como me río a carcajadas, me encantaría pasear por las calle de Nueva York con zapatos de tacón y vestido de marca mientras en mis auriculares suena una música rockera.

Este blog lo inspira mi día a día, la curiosidad y el ansia de observar que tanto estoy desarrollando últimamente. Espero no ofender a nadie y proporcionar muchas carcajadas y algún lío mental a quien lo lea. Comenzamos!

Sígueme en Twitter: @NoeliaGago